miércoles, 16 de diciembre de 2015

AMOR A QUEMAROPA


“Te amo en cada escena”, te confieso, mientras al mismo tiempo que te desnudo me voy vistiendo con palabras.

“Como en Amor a quemarropa”, te digo y tú sonríes. "Como Cristian Slater y Patrica Arquette". En realidad hay muy poco que contar. Tres o cuatro diálogos que rescato del olvido y repito para saber que existes y eres real en mi película, en la subtrama donde el personaje piensa y decide que puede volar. Sí, ya sé (aunque para ser exacto sólo tú lo sabes, porque mi idiotez puede redimirme, pero desde luego no me salva) que el protagonista está loco y que en la siguiente escena quizá decida arrojarse por la ventana y cuando caiga será apenas una mancha de humo en el cemento (como en los dibujos animados de "El Coyote y el Correcaminos"). Yo apenas voy por ese efímero instante en que brilla con luz propia antes de llegar al suelo. Y entonces sí, me guardo unas cuantas escenas que poder ponerme cuando la tristeza y yo nos tomemos un té y nos arrimemos al mismo desasosiego de “es posible que ya no suceda más”.

Un primer plano de mi sombrero cayendo mientras tú me besas y en la calle un violinista (sí, uno de verdad, no de cartón-piedra) nos deleita con su música, y dentro de mi boca tu lengua buscando la mía y más adentro la absoluta certeza de que te quiero y de que quiero quererte, aunque a veces me lo prohíbas. Dos ancianos nos observan con cara de “qué bella calentura es la juventud” y yo ya sólo pienso en recoger mi sombrero y en tu amor, más en tu amor que en mi sombrero. Siempre mucho más en tu amor.

Otro maravilloso plano en que me abrazas mientras lloro por algo que aún no sucedió; y tú, sin entender, das por sentado que me duele el ayer cuando tan sólo me desasosiega el ahora, porque me muero porque esto llegue a ser algo; sin importar qué ni cómo sea.

Un plano secuencia de nosotros dos caminando; yo detrás de ti, siguiéndote con la mirada, sin saber si acercarme o correr o gritarte que eres hermosa y encantadora y maravillosa y que puedes quedarte; que debes quedarte; que por favor te quedes para siempre.

Y una última secuencia, recién estrenada. Y que quizá te haga sonreír. En un lugar recién encontrado, dos amigos (haz como que te asombras) hablan de lo humano, lo mundano y lo divino (tal vez más de lo recomendable) y entonces ella (eres tú, pero no te lo diré) le ofrece una galleta de chocolate con forma de corazón, y él (que soy yo, pero no se le cuentes a nadie) dice no. A continuación el guion...

    —¿Cómo que no? No puedes rechazarme (¿a ti o a la galleta?).
    —Sí, sí que puedo (a la galleta, no a ti).
    —Mmmm...  (pero entonces yo parto en dos pedazos la galletita con forma de corazón. Ambos reímos).
    —Dame tu parte. La mía es para ti (te digo mientras intercambiamos nuestros corazones).

Hay quienes aseguran (como tú) que todas las películas buenas tienen finales tristes. No lo sé, pero tengo una banda sonora original que me rescata de tus silencios. Ahora suena una melodía triste, pero yo la canto con alegría:

 “Que sepas que quien se canse de tus abrazos, no voy a ser yo..."

Juanma - 16 - Diciembre - 2014                                                      

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