miércoles, 19 de noviembre de 2014

QUERIDA MÍA

Querida mía;

Ahora que por fin me decido a escribirte, compruebo que mis dedos han olvidado su oficio y me resulta imposible hilvanar varias palabras seguidas sin arañar la blancura del papel. Pero lo intentaré. Sabes que siempre he sido más de intentar que de conseguir cosas.

Ya te dije que estoy desenterrando tus ojos de su tumba, que han crecido flores a su alrededor, que las abejas están haciendo sus casas de miel gracias a ellas, que vinieron de muy lejos luciérnagas y mariposas a hacerse un nido entre las olas... y que yo seguía sacando arena del fondo de los versos con los pies hundidos en la tinta de escribirte.

No sé cómo he llegado a la tormenta y al trueno cuando había un jardín de secretas lunas escondidas entre nosotros, y un misterio que decía querer llegar hasta el origen de la vida para encontrarse con ella y olvidarse de la nada. Quizás le asustara mi sombrero de preguntas.

El tiempo es efímero pero cruel, querida mía; me pregunto si sabes por qué a veces nos ahogamos en sueños, por qué la lluvia en el mar no es la misma que cae sobre la tierra, y por qué aún así el agua continúa jugando con tus labios y tu piel y tu mirada.

¿Pensaste en la última carta que te escribí? Los tonos se confunden en blanco y negro pero, ¿dicen los colores siempre la verdad o son grises? Algunos me saben a sal, me saben a ti en la propia esencia extrañada de tu cuerpo junto al mío.

Anochece y está cayendo la sombra a oscuras. Escucho a los pájaros regresar a sus crisálidas de otoño y los caminos sacados de su sitio son insomnes aceras habitadas dentro de nosotros.

Se agita una luz en el viento, querida mía; seguramente seas tú.

De alguna insospechada manera intuyo tus pupilas; perdóname si herí tu llanto o tu risa con las espadas y caricias de la noche. La injusticia de la hora me ha encontrado despierto antes de amanecer, subido el sol en el alambre del sueño, y las esquinas me hirieron con sus bordes afilados, sin dejarme siquiera un sitio en la boca para vestir con seda, querida mía, tus labios.

La quietud se adueña de mi aliento. Es la alianza del insomnio al escribirte en la soledad de esta mano temblorosa que va acallando el pulso hasta hacerse imaginaria en el esbozo de tus pestañas.

Me ha despeinado la sombra de una piedra rota, o tal vez fue tu voz de náufrago sin rumbo sumida en la gota de esperanza que recorre mi vagar sobre la escarcha de las flores; no sé, querida mía, mi tacto confunde el mar con tus manos, y quisiera desaparecer en ellas, sentirme ola y estrecharme en la rompiente que tus dedos dibujan en el salto de la oscuridad hacia el alba.

De una hora a otra, de un día para otro, me voy perdiendo en la palabra, en esta belleza que no conoce hogar ni límites, ni otra lucha más allá del silencio y soledad de mis huesos tristes, de los harapos de mis pies sumergidos cuando te buscan, siempre, querida mía, en todos sus pasos y todos sus andares.

Te beso desde la lejanía, una vez más,

Querida mía.

Juanma - 18 - Noviembre - 2014                                                

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