sábado, 2 de agosto de 2014

PARA SIEMPRE

Te colabas sin permiso en mis sueños con tu vestido negro a juego con tus ojos de madrugada, a esa mágica hora cuando la noche es sombra de lo desconocido en los ecos de estos profundos valles. Cascadas de rizos negros se deslizaban por tu espalda tapando a medias tu cara, con el tenue fulgor de un alma deshabitada que por fin entiende que no vale la pena ser memoria olvidada de los recuerdos que quedan atrás. Ibas deshaciéndote de todo. De todo. Sobre todo de aquello que te aprisionaba a una noche sin luna ni estrellas. Tu cuerpo lo quería. Tu corazón lo pedía. Tu mente lo suplicaba. Acantilado arriba, abismo abajo, bajabas y subías con el ritmo sutil de una mariposa sin alas. Ibas en busca de tus huellas, de tu ser, de tu esencia. De esa dulce y tibia belleza de tu reconditez que a veces permanecía escondida o estática en el tiempo. Hasta allí caminabas para encontrarte con ella. Con la dama del crepúsculo. Con la sombra del alba. A veces luciérnaga, otras murciélago. Te plantaste de pie frente a ella. Algo le dijiste. Algo te dijo. Las lágrimas tristes y amargas pintaron vuestras almas. Una de resplandores, otra de tinieblas.

    -¿Qué buscas aquí, mujer?-preguntaba ella
    -No lo recuerdo. Saborear quizás la dulce oscuridad -contestabas. 
   -Estás perdida. Y sola. Te veo con lánguidos pensamientos intentando huir del ayer. Ese ayer agorero y austero. Ese ayer donde aún las heridas de tu corazón se desangran en sentimientos. Ese ayer donde afiladas cuchillas buscan las venas de tus muñecas. Ese ayer que te llevó a la desgracia sin darte ocasión de que te apearas alguna parada antes.
   -Es posible. Pero también vengo a buscar. Estoy aquí porque este reino de la noche me invita, me seduce, me enamora...
   -Estás perdida. Y sola. Te veo arrastrar esa pena que te consume desde hace siglos. A cuestas con ese llanto profundo que entristece tus pasos. De la mano de ese error que invoca los cristales rotos que has de pisar en tu camino. Te reconozco. Sé cómo te llamas. Sé quién eres. Y todo lo de antaño es solo un juego que tú buscas, pero al que ya no estás invitada a jugar. Olvida. Olvida ya. Antes de que sea demasiado tarde.
   -¿Tal es el sino de mi destino? Me siento tan infeliz, tan vacía, tan desdichada... Tristes baladas fúnebres se regocijan en mis entrañas. No sé. Necesito respirar. Inspirar y espirar de este aroma que insufla la noche a ver si con este aire renovado soy capaz…Capaz tal vez de renacer.
   -Estás perdida. Y sola. Sigue mi consejo. Sigue hasta el final del acantilado, hasta el fondo del abismo. Allí encontrarás un faro. Él te ofrecerá esa mágica luz donde romperán las nuevas olas que harán cenizas tu antiguo ayer.

Te colabas sin permiso en mis sueños con tu vestido rojo a juego con tus ojos de fuego. Ibas hacía el fin del mundo. A medida que avanzabas, una luna iba creciendo en el vientre de tu alma. Llegaste hasta el final. Allí donde el rugir del océano estremecía hasta los cimientos de tus huesos. Allí hallaste por fin el faro. Espero que su luz volviera a dar esplendor, aunque fuera tan sólo por un efímero y eterno instante, a tu rostro; y que tus alas negras se transformaran en lo que buscaban y merecían ser; dos luceros, dos arco iris, dos senderos. Tenías que elegir. Por tu bien, tenías que elegir tu propio destino. Tomaste la opción de tu mano derecha. Descendiste por el camino que allí se bifurcaba. A medida que bajabas por él, tu memoria iba olvidando. Olvidando la tristeza, todo lo que eras, todo lo que fuiste. Hasta que la nada deambuló a sus anchas por tu corazón. Hasta que tus hermosos y tristes ojos se cerraron para siempre...

Juanma - 2 - Agosto - 2014

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