martes, 6 de mayo de 2014

DIVAGACIONES

Quería estar. De hecho, estaba. Aunque tal vez estuviera tan sólo soñando. Miraba. Contemplaba los caminos errantes de la noche con sus astros de plata alumbrando mis pupilas tras esas lágrimas huidizas que se escapaban por la incierta puerta del adiós. La noche y el tiempo se detenían y junto a los ecos de las gaviotas que sobrevuelan al océano, quedaba hechizado y atrapado en aquel sueño.

Debía estar. Y en cierto modo, estaba. Pero quizás nada más que soñando. Volaba. Sí, planeaba a través de un enorme arco iris que me mostraba antiguas calles y plazas alfombradas de rosas rojas. Mis pasos se extraviaban y un tierno deseo se incrustaba con timidez en mis sentidos. Sentía ganas de cantar. Sí, cantar. Cantar todo lo alto que me fuese posible. Y canté hasta que el tiempo perdido volvió a mí y me pregunto: "¿Qué haces?" No dejé de mirarle a los ojos cuando respondí: “¡Cantar a la vida!”.  A esta extraña vida que nos hace deambular por retorcidos túneles y misteriosos caminos que a veces no dejan vislumbrar ni un sólo resquicio de luz o verdad. Pero llegaré. Llegaré solo. O lo haré de la mano de mi canto. Porque la alegría de ir y la esperanza de volver despiertan la sangre y el brío que fluyen por mis venas y los antiguos lamentos se alejan. Se van.

Tenía que estar. Y claro que estaba. Aunque sólo fuera en sueños. Entusiasmado por la fuerza de la sabia naturaleza cuando con sus sueños de verde piel acarician mi alma. Alejado de los pesares de este mundo donde todo parece magnificado, descompensado, distorsionado... No. No quiero pensar. Ya no. Ahora que el sueño me lleve por los derroteros de la felicidad en mayúsculas. Queda mucho. Falta el resto. El resto del tiempo y sus estaciones para volverme pensamiento de todos esos seres abatidos por tantas cosas. Tantas... y tan pocas en realidad!!

Juanma - 6 - Mayo - 2014

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