viernes, 7 de febrero de 2014

UNIVERSO

¿Recuerdas cuando cogíamos el arco iris del cielo y jugábamos a cambiarle los colores de sitio?¿Recuerdas cuando deshacíamos el firmamento en pequeños fragmentos y escribíamos versos y poemas con las mágicas constelaciones?¿Cuando desterrábamos la oscuridad con la excelsa luz de las estrellas? La noche era como una inmensa sábana de terciopelo que nos arropaba, que nos mimaba y nos cubría. Era como el reflejo de la inmensidad del océano en el abismo de tus ojos. Éramos tú, y yo, y el eterno y misterioso azul de lo insondable. Lo soñábamos, lo hacíamos real, lo atesorábamos. Nos repartíamos minuciosamente cada pequeño resto del infinito que quedaba prendido en el mantel de aquella forma tan aleatoria, tan infantil, tan despreocupada... Lo que nuestros ojos encontraban al mirarse era un espejo que sólo reflejaba lo más secreto y ancestral del universo y de la vida. Tras los tuyos podía ver el enigma del amor y del tiempo navegando a la deriva. Me sonreías, y en esos momentos no existía ningún otro ser vivo en el mundo; estaba solo, solo contigo, y sabía que era todo cuanto necesitaba y todo lo que siempre había querido. Aquella sábana oscura e inmaculada nos unía y nos abrigaba. Podría haber jurado, sin temor a equivocarme, que tú también albergabas una galaxia escondida entre los pliegues de tu alma... o los laberintos del corazón. Tu mirada acarició la noche y se giró hacia el cielo. Y en la luz y en el reflejo de tus ojos, lo pude ver con claridad de nuevo: el cielo eras tú, en ti nacía y moría mi universo.

Juanma - 7 - Febrero - 2014

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