miércoles, 29 de enero de 2014

TU PIEL

Entro despacio, pero no me escuchas porque estás inmersa en los paisajes de tu imaginación, absorta en la melodía de la música que componen tus sentidos. Te encuentro reclinada en el sofá, frente a la ventana entreabierta, contemplando esa pequeña rendija como si fuera el paraíso, la sutil danza de las cortinas mecidas por la brisa fresca de la mañana que, a intervalos ordenados por el mismo viento, se atreve a acariciarte, con la mirada perdida en el reflejo de la luz que acompaña la escena estás del todo ausente, sin advertir mi llegada, inmersa en tu mundo de inmortales sueños porque el de los demás continúa anclado al tiempo... Un fino terciopelo de colores recorre tu piel desnuda que, en su liviana soledad, recrea la belleza imperturbable de quien posee la magia de la eternidad. No sé si estás pensando en mí, no sé si pertenezco a tu mundo, ese peculiar universo que tan secreto y tentador me parece, ni tan siquiera alcanzo a reconocer si eres real o tal vez sólo el producto de mi quebrada y soñadora imaginación, pero me gusta mirarte sin que te des cuenta, sin que percibas que estoy acariciándote con mis pensamientos y que la ternura de mi mirada enmarca el instante preciso, al igual que el cielo y la tierra en una efímera puesta de sol... Siento miedo de querer romper la magia de este hermoso momento, su majestuosidad; siento pánico de volver a la posible y triste y gris realidad por si acaso te esfumas y desapareces; siento auténtico pavor de ese olvido que jamás olvida y que pueda borrarte como un jirón de niebla de mi memoria; siento terror de mis miedos y, precisamente por eso, no me dejaré arrastrar por ellos ni consentiré que se esfume la belleza de contemplarte como una fantasía, como una aparición, como un milagro... Silenciando y encarcelando mis miedos opto por callar, por seguir apreciando la desnudez de tu piel, la luz de tu cuerpo que, aun sin tú saberlo, me ofreces y regalas como la luna al anochecer...

Juanma - 29 - Enero - 2014

jueves, 23 de enero de 2014

ENSOÑACIONES

Una noche glacial, en pleno invierno. Una densa e impenetrable oscuridad inunda todo a mi alrededor, el cielo y la tierra, los árboles y las rocas se funden en un único paisaje, la carretera es invisible y no puedo hacer otra cosa que permanecer quieto en el sitio sin atreverme a mover los pies, la cabeza inclinada hacia delante, atento a todo, los brazos extendidos para tantear en la negra noche; escucho moverse algo, pero no es el viento, es algo mucho más primitivo, es la oscuridad en la que no hay ni arriba ni abajo, ni izquierda ni derecha, ni lejos ni cerca, ni ningún orden o lógica determinados… Me fundo totalmente con ese caos, y lo único que sé de cierto en ese momento es que mi cuerpo posee un contorno, pero incluso ese contorno se difumina poco a poco entre mis pensamientos mientras un resplandor asciende en mi interior, como el brillo tenue y solitario de una vela en la oscuridad, su llama desprende luz pero no calor, una luz glacial que llena primero mi cuerpo espiritual, y después el físico, desbordando sus contornos, esos contornos que aún conservo en el pensamiento…, mis dos brazos se estrechan en un abrazo intentando preservar ese fuego, esa conciencia gélida y transparente; tengo miedo, tengo frío, y tengo la necesidad de conservar esa sensación e intento protegerla, me esfuerzo por conservarla mientras delante de mí aparece la superficie tranquila de un lago helado y en la ribera de la orilla opuesta, se alza un bosquecillo de árboles, algunos han perdido ya todas sus hojas mientras otros aún no han sido despojados del todo de ellas, esbeltos álamos de los que aún cuelgan algunas hojas de amarillo pálido que tiemblan al viento. Todo sigue oscuro, de una caótica y aterradora oscuridad primigenia, así que las imágenes no las veo con mis ojos sino con esa conciencia sobrenatural que se ha apoderado de mi alma, de mi espíritu, de mi ser…

-Estoy aquí –escucho a mi alrededor. Es su voz, la reconozco, pero no sé de dónde proviene. El eco parece traerla de ningún sitio y de todas direcciones al mismo tiempo y, en la oscuridad, no consigo situarla.

-¿Eres tú? –pregunto con voz temblorosa, no sé si por el frío o por algún tipo de temor que se hubiera apoderado de mí– ¿Eres tú? ¿Dónde estás?

-Aquí –me vuelve a llegar su voz, precedida del silencio y sucedida del eco, expandiéndose por todas partes, llenando el bosque, penetrando en la oscuridad–. Dentro del lago.

Contengo el aliento, asustado. Intento pensar, pero no puedo. Mi conciencia se llena de mil voces y mi mente de mil colores; rojo oscuro, púrpura, naranja, amarillo pastel, verde oscuro, pardo ceniciento… Después desaparecen de súbito y se funden en innumerables matices de gris, de negro y de blanco de distintas tonalidades, como una vieja foto en blanco y negro en la que sólo las figuras permanecieran nítidas. Conteniendo la respiración observo la imagen de mi propio cuerpo, todo está sumido en una gran calma, una calma tal que resulta inquietante, y empiezo a tener la impresión de que se trata de un sueño y de que no debo inquietarme. Sin embargo, no puedo evitar hacerlo; quizás justamente porque la calma es demasiado perfecta, quizás porque algo en el sueño, que empieza a emborronarse y difuminarse, me aterra sin saber por qué…

O tal vez, lo que me aterra verdaderamente sea volver a despertar sabiendo que ella ya no está y que la única manera de encontrarla de nuevo sea así, en sueños; aunque sean tan oscuros y desconsolados como este...


Juanma - 23 - Enero - 2014

domingo, 19 de enero de 2014

MI ESTRELLA II

18 de Septiembre


Lunes.

Pasé la mañana paseando. Era una mañana de luces y sombras, uno de esos días que no tienen muy claro lo que quieren llegar a ser. Me fijaba en todo con una mirada curiosa, como sólo pueden tenerla los niños y los enamorados que aún están descubriendo cosas nuevas a su alrededor que ignoraban pudieran existir. Todo tenía un aire nuevo para mí, una sonrisa de dientes más blancos y una caricia de tacto más suave. Contemplaba los coches, las farolas, las tiendas, los escaparates, los muros de piedra y los muros de ladrillo y cemento; contemplaba el ir y venir de la gente de aquí para allá y de allá otra vez para aquí, unos en silencio y otros charlando, unos tristes y lánguidos y otros felices y dispuestos; unos con prisa y otros con la calma y serenidad de quien está ya en paz con su alma, unos sin saber lo que buscan y sin encontrar nunca nada y otros que sin buscar encontraban algo tras cada paso que daban.

Seguro que no fue la mejor mañana del mundo, pero tampoco tenía nada mejor que hacer salvo empaparme de nuevo del universo que había tenido abandonado tantos meses. Las nubes bailaban con timidez sobre mi cabeza, como aburridas, como si tampoco tuvieran nada mejor que hacer que empaparse de la música del viento agarradas a la cintura del cielo. Pero no llovía, y eso siempre era una buena noticia para alguien que siempre olvidó el paraguas y lo mejor de sí mismo en casa.

Recuerdo aquel día como si fuese hoy mismo…

Me encuentro a una pareja de enamorados sentada en un banco de madera en un parque, contemplándose el uno al otro. Él la mira a ella como un hombre asomado a un abismo, y ella le mira a él como una mujer que cayó al abismo y ya lo da todo por perdido.

El amor casi siempre es mil cosas diferentes menos amor.

Primero me digo:
 
“Todo esto es lo que quiero”

Y enseguida me corrijo:

“No, nada de todo esto es ya suficiente”

Y, en efecto, en ambas ocasiones tengo razón.

Porque todo acaba y comienza a un mismo tiempo.

Empiezo a recordar muchas de las cosas que había olvidado, pero no todas. No es aconsejable recordarlo todo de una vez si uno no quiere ver su cordura resquebrajada o hecha añicos por completo. Pero sí recuerdo que al día siguiente es mi cumpleaños... Y decido quitar todas las velas de la tarta hasta dejar tan sólo una. Por supuesto, he decidido olvidar todos aquellos años que en su día se olvidaron de mí y quedarme tan sólo con los que recuerdo por algún motivo especial

¿Dónde iré a parar?, me pregunto.

¡Quién puede saberlo!, contesta una voz apenas audible desde mi interior.

Los trenes no paran de salir de la estación. Pero son ellos los que viajan y no nosotros, pese a que así lo creamos. Algunos hombres recorremos miles de kilómetros y estamos siempre en el punto de partida. Hay cien agujeros distintos en el suelo y nos empeñamos en caer siempre en el mismo.

Pero he entrado y salido de aquí limpiamente, sin armar jaleo y sin desordenar las cosas, sin coger nada de nadie ni llevarme algo que no fuese ya mío.

He decidido regalarle ahora lo que no tuve oportunidad de ofrecerle antes. Lo que es la vida, ahora que ya no lo necesita y ahora que ya no me pide nada…

Desde aquí sólo veo mar adentro.

Y hermosas olas con crestas de espuma de bellos recuerdos...



Medianoche del 19 de Septiembre


¿Qué crees que hago ahora que tú no estás?

Busco entre tus cosas las que más me gustan, difícil elección pues me gustan todas, imito tus gestos en un vano gesto de retenerte, deshago la cama pensando que tú todavía estabas en ella anoche, leo tus poemas, río con los chistes de que tú te reías, escucho esa cinta de música celta que tanto nos gustaba y que siempre escuchábamos porque nos traía recuerdos de una noche especial en que lo que menos nos importaba era la música que sonara a nuestro alrededor pero que hizo que todo tuviera una magia distinta, miro a través de los cristales borrosos de la ventana, nadie los limpia ahora, esperando ver caer la nieve incluso en las noches más despejadas y calurosas de verano.

¡Te gustaba tanto la nieve!

Más que a mí, que siempre creí en Papa Noel y fui catorce años más infantil que tú incluso en mis momentos de mayor madurez. Hubiera ido a por ella a Siberia si me lo hubieras pedido…

Ya no nieva.

Si nieva en realidad, pero es nieve de mentira. De la que fabrican los sueños que aún esperas, las ilusiones que no deseas que se esfumen, las esperanzas que tanto temes ver partir sin rumbo fijo y sin billete de retorno.

Es difícil ver nevar a nivel del mar.

Pero también lo es ver una estrella sentada en las nubes...


(Fragmento de "Mi estrella") - Juanma - Otoño -1996)