viernes, 17 de mayo de 2013

LA ISLA DEL FIN DEL MUNDO


Hace tiempo que me desvela un sueño que se repite constantemente; un sueño que podría parecer perfecto, pero que en realidad es terrible. En mi viaje onírico yo siempre estoy en una isla al fin del mundo. Cada noche se celebra allí una especie de fiesta enorme, algo así como un banquete en la aldea de "Asterix y Obelix", un encuentro de mucha gente. Sobre todo de mujeres. Y esa  situación que, sin duda, sería la fantasía de muchos hombres, se convuerte en realidad una pesadilla: todas las mujeres que he querido, que quiero o que pienso querer están en el mismo sitio, conversando entre ellas, como en un cuadro surrealista, como en una despreocupada tertulia de sobremesa.


¿Sabéis lo que puede ser que todas esas ex-novias y/o-futuras estén en un lugar común, conversando, comentando vete a saber tú qué anécdotas, discutiendo de cómo besabas, cómo hacías el amor o si roncabas? Incluso había un anciano que me abrazaba cada cierto tiempo ante mi horror, diciéndome que cuando las viera acercarse a todas por mi habitación saliera corriendo como Forrest Gump en la película y no parase hasta llegar al océano... cuanto menos!!!


Para mí, lejos de un episodio erótico, o siquiera de alta autoestima, era la vulnerabilidad misma. Ellas conocen tus secretos y fortalezas, tus mentiras y tus cobardías, cada una tiene un trocito de ti, pedazos que sumados pesan más que tú mismo y que terminan por desarmarte. La intimidad que había tenido con cada una de ellas, y que permanece como un regalo subterráneo, como una chispa secreta, se ventilaba abiertamente... y mi vida afectiva se vaciaba así de todo sentido.


Recuerdo vagamente que me perdía por la isla mientras buscaba un agujero en el que esconder la cabeza... y que después corría desesperado en busca de un taxi. No sabía cómo volver, la calma esperaba en mi casa con el resto de los muebles y yo no tenía teléfono... ni allí nadie era amigo de nadie. Todas estaban unidas a mí por diferentes motivos, algunas más que otras, unas antes que otras, pero la comunicación era una sucesión de monólogos, y yo un desesperado más con el corazón expuesto como en un escaparate.


Por otra parte, cualquier gesto de cariño o ternura hacia alguna de ellas era imposible. El surrealismo de la situación impedía todo acto. Un movimiento, un solo movimiento y todas esas mujeres –la mayoría de ellas exiliadas de mis emociones hacía bastante tiempo- tendrían el flujo de mis sentimientos en sus manos, sabrían todo sobre mí, porque siempre terminamos siendo un poco bastante lo que amamos. Qué situación más ridícula... como mucho de todo aquello que hacemos en el nombre del amor!!!


Por fortuna, como en cada terrible pesadilla, desperté antes de que fuera demasiado tarde. En perpetua soledad. “Es lo malo de mezclar sentimientos como si fuesen ingredientes de una tarta”, conseguí pensar antes de despegarme de las sábanas y bajarme de la cama.  Por una vez estuve de acuerdo con que el tiempo y la distancia hacen bien en dejar a cada uno en su lugar...


Juanma - 17 - Mayo - 2013

viernes, 3 de mayo de 2013

POMPAS DE JABÓN


"Yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles
como pompas de jabón"
(Antonio Machado)


Es sólo una etérea pompa de jabón, piensa, y lo mira. Él y ella están juntos, después de mucho tiempo. Bueno, juntos no: tan sólo en el mismo sitio. Ella tiene un dolor atrasado que no le quiere contar. Se le abre un abismo repentino en la memoria. A pocos metros, una niña hace enormes burbujas de jabón con ternura e inocente facilidad. Ella también quiere. Hacer una de humo. Toma el aro y le pide a él su cigarrillo. Un Marlboro. Él se lo pasa, ella aspira y sopla. La membrana de jabón no se mueve. No se mueve ni un poco, no se infla, no pasa nada. Ella se queda sin aire. Aspira otra vez y no. Por fin, una pompa minúscula. Sin humo.

Él está mudo, ella se empeña. ¡Era tan fácil! Solían ser enormes, color arcoiris, y se iban flotando de inmediato. Aprendió a  cogerlas, a acariciarlas con las manos, sin romperlas. Contaba nubes e imaginaba sueños dentro de ellas. Ahora no. Ya no. Las burbujas ya no saben volar.

Ella viene de encontrarlo en una terraza, con una cerveza y un amor. Ha comprendido de golpe que ella no existe, y que todo lo que creyó vivir no fue ni siquiera una anécdota en el calendario, porque ahora están de vuelta de todo en el punto cero. Sólo que ella tuvo que hacer un viaje demasiado largo, y no sobrevivió. Querría que esto también fuera un sueño. Pero no.

Se queda sin aire. Luego contempla su rostro una vez más y lo memoriza, mientras una larga uña negra o un colmillo afilado le desgarran el alma por dentro. Vuelve a casa anestesiada, diluida... y antes de cerrar los ojos, adivina las burbujas anémicas con las que volverá a soñar.

Juanma - 3 - Mayo - 2013