martes, 31 de julio de 2012

TU REGRESO

Y a tu regreso me trajiste más que el arco del triunfo, mucho más que los húmedos cafés donde nuestros alter egos literarios se sentaban a desmadejar su amor laberíntico, su amor metafísico y condenado a lágrimas. Me trajiste más que las garras del silencio de hace siglos; mucho más que el aroma de esperanza e ilusiones. Me trajiste la tierra entera, fragante de olores y sabores, me trajiste la hermosa y convulsionada frescura del amor que aprende y se comprende, me trajiste el romanticismo que se derrama a su pesar, me trajiste la lengua confusa de tanto aparearse con otra cultura. Me quitaste la guillotina y el terror, me quitaste el silencio prologado, la soledad secreta, la intimidad abandonada.

Me regalaste la clandestinidad frenética de este amarte sin salidas, me regalaste la respuesta a tantas dudas turbias y me regalaste el suelo entero, el planeta entero después de estar años suspendido mientras tu hermoso pelo jugaba con otro viento.

Yo podría dejar los pies en los adoquines rotos de esta ciudad si tuviera la certeza de encontrarte, podría traspasar una noche entera de sábanas vacías si al fin de la última tela me esperara tu mirada profunda como el mar, tu mirada bruja, tu mirada abismal que me abre las venas. Yo podría ser el bastión y el refugio de todas tus dudas y terrores si me ofrecieras tu mano sin sombras temerosas.

Pensé que lo harías. Pensé que escaparías. Pensé que era natural que no me extrañaras, pensé que después de todo no somos ni siquiera amantes, que es todo intrincado y que los recuerdos están sólo de esta orilla. Pensé que mi voz no te hacía falta, que a tu corazón no he llegado ni remotamente y que esta apuesta kármica era sólo mi obstinado espejismo. Y cuando a mi garganta llegaba este torpe y áspero sabor de verdad mi teléfono sonó. Y estaba tu voz del otro lado. Estaba tu porte de abismo en esa acera recién llegada, tu bellísima voz de gato ronroneando, tus mensajes asépticos con la lujuria en las entrelíneas y la urgencia de verme, de hablarme, de saberme en un lugar de tu universo. De mi universo...

Juanma - 31 - Julio - 2012

jueves, 26 de julio de 2012

LOS PASADIZOS DE TU AUSENCIA

Soy propenso a dejar olvidadas en cualquier sitio las llaves de la memoria para los alegres momentos y termino perdiéndome con facilidad cuando intento encontrar palabras para definir el desaliento. Fui cómplice y testigo del silencio de tu fugaz compañía, la que día a día agitaba mi respiración, hasta que se tiñó de negro absoluto el azul de mis alas, guardando luto por tu ausencia el precario equilibrio que a duras penas me mantiene sin ti. Mis lágrimas dibujan tu mirada ausente, en la lejanía resuenan melodías tan extrañas como eternas, enfrente mi silueta intenta abarcar tu sombra, en el cielo las nubes grises y la tormenta empañan el día, en el subsuelo un sinuoso chapoteo de crudos sentimientos al compás de mis desvelos, a mi lado... qué no daría yo por tenerte a mi lado mientras intento continuar mi vida, seguir mi camino sin dejar de pensar qué enorme me queda el mundo, qué pequeño me siento sin la alegría de tu compañía, sin poder calcular las distancias de los pasadizos de tu ausencia...

Juanma - 27 - Julio - 212
   


martes, 17 de julio de 2012

PALABRAS

Era mudo.

Dejó su cofre de palabras hermosas en un balcón, las regaló y las lanzó al viento. Otras las enterró en el jardín de su casa para siempre jamás. Las que le quedaron no las quiso usar. Caminó los meses, con la boca cerrada, los ojos cerrados... invierno helado. Mudo.

Una hermosa muchacha le esperaba al otro lado del invierno. Justo en la orilla de una primavera salvaje. Salió de una biblioteca perdida. O quizás de los versos de un poema o los párrafos de un cuento. O de las páginas amarillentas de un periódico olvidado. Le conquistó con una tierna mirada en otro idioma, y le preguntó al chico mudo qué buscaba. Él dudó. Trató de decir algo que ella no pudo entender. Una sílaba, una afirmación mínima. Un gemido, un sonido gutural, un maullido tal vez. Trató de decir algo, y algo dijo. Se inclinó en la vereda y recogió una palabra que alguien había perdido...u olvidado. Se la puso en la boca y habló. Mal, pero habló. Ella, que tenía un bolso de palabras que había coleccionado por las calles, se lo prestó. Él pudo decir de nuevo algunas cosas, y esas pocas cosas se las pudo enseñar.
 
Ella preguntó por la ciudad, y él la caminó con ella. Ella sacaba una palabra del bolso y él la saboreaba, la besaba, la definía y se la regalaba. Ella le regalaba otras...ser, estar, tocar, mirarse, sentir, amarse...

Cuando tuvieron una casa llena de palabras, las unieron para dormir dentro, abrazados. Ahora él la besa con unos labios como manantial de palabras, ella con un río de versos en su boca húmeda. Se miran hasta gastarse, ansiosos. Pero nunca más en silencio...

Juanma - 18 - Julio - 2012

jueves, 5 de julio de 2012

QUIZÁS...

Quizás no sea melancolía.

Quizás pueda ser tan sólo el inquieto desasosiego al sentarte en el borde de la cama después de una atroz pesadilla que, a hurtadillas, hace añicos tu tranquilidad. De esas que te sobresaltan y sobrevuelan sin saber muy bien de dónde vienen o hasta cuándo pretenden llegar. O tal vez el saber, sospechar o intuir que estuvimos cerca, demasiado cerca; tan cerca y al mismo tiempo tan lejos de donde jamás pudimos imaginar.

Como esa confusa y fugaz imagen que de repente estalla en un arco iris de espléndidos colores, en una miríada de dulces sensaciones o simplemente en un breve Érase una vez... una palabra o quizás tantas que se atrevían a oscurecer y ocultar a la misma luna llena. Y quizás no esté preparado el cuerpo para despertar a tiempo al alma adormecida y desprotegida después de tantas dolorosas ausencias. 

O quizás, quién sabe, sea solamente otra noche más dubitativo, con algo de añoranza en la mirada y sonrisas fingidas y forzadas, un no averiguar donde esta el verdadero lugar para comprender tu habitat y su alrededor, un no saber hacia dónde orientar tu prosa tras la poesía envenenada, un desconfiar para siempre jamás de todo aquello que te rodea.

Todo tiene cabida en este universo infinito, en esta oscuridad sofocante y pertinaz, este no encontrar tu galaxia entre tantas estrellas fugaces, este no escuchar los sonidos del silencio que den vida y sentido a tu movimiento, este no ver las formas, figuras y sombras que acechan intentado descifrar lo que separa al cielo del suelo, este no saber cuánta gente quiere decirte algo... y cuánta hacerte callar, este no comprender el porqué a veces cerramos con cadena y candado las luminosas puertas de la salvación...

Quizás tampoco sea tristeza.

Quizás sea únicamente el secreto deseo de pasear por el escenario mil veces imaginado y fantaseado, agradeciendo los colores y sabores regalados mientras los fantasmas recrean lugares siniestros y ensombrecidos y en los oídos nos retumba el susurro silencioso, tratando de localizar la ternura misteriosa, arrojado al vacío blanco de este abismo artificial de los pensamientos que se pierden de nuevo en los caminos olvidados, esos que han quedado anclados en algún lugar inhóspito del universo, en el espacio y el tiempo que delimitan los alfabetos prohibidos, en este sueño burlón y esquivo, a la espera de desentumecer avatares intrascendentes que cohabitan en mi cabeza, mientras las orillas añoradas humedecen sin mojar el paso a paso de una constante y casi enfermiza ambición por recrear sueños mágicos...

Con frecuencia resulta agotador bordear la orilla, obsesionado siempre con la angustiosa posibilidad de terminar en el lugar y momento equivocados, en esa arquitectura desahuciada tras la violenta presunción de creerme capaz de solventar cualquier situación. A veces quisiera ser tan atemporal como el mismo tiempo que se expande a mi alrededor, resolver las incógnitas implícitas en cada ecuación, resultado inequívoco del supuesto infinito en la añoranza de tus caricias, al vértigo de proclamar a los cuatro vientos la complicidad de tus sonrisas, imaginando como siempre soñé, que solo hacia falta pedir de nuevo los dados para seguir jugando...

Quizás no fue ninguna de las dos cosas.

Porque lo más normal es perder las batallas cuando no se digieren las palabras, cuando no se acepta la realidad irrevocable y ahí me encuentro, cabizbajo, obligado a vaivenes de pensamientos y sentimientos que deforman el falso destino, las manos tristes en los bolsillos, el firmamento como sombrero y la brisa como desabrigo, deambulando de un lugar a otro, ofreciendo mis pies desnudos como tributo a mis continuas locuras, intentando ser comprendido a pesar de creer en la verdad y soñar, soñar, soñar con el paraíso de mi timidez bajo el cielo azul y las caricias del mar regalándome lo que no es mío, la levedad del ser y estar bajo el tintineo de supuestas conjeturas... y se va agotando la fe, la esperanza descafeinada, sin encontrar la salida a lo que siento y tras la aparente invisibilidad devuelta por el reflejo desconocido de cualquier escenario donde quieran que interprete lo que no es parte de mi alma, pues allí se encuentra un corazón solitario, el mío, que no accederé a traicionar por nada del mundo...
                          
Y es también que al pensarlo divago entre los últimos estertores embarrados de un tiempo prestado por el mismo universo, con un pie dentro y los dos fuera, errónea perspectiva de un equilibrista no titulado ambicionando corregir con sus alas de papel el escenario del mundo, enjaulado a golpes de sinrazón, buscando el escalofrío de unas garras afiladas recorriendo mi espina dorsal, en la punta de los dedos ajenos superpuesta la complejidad de infinitos matices que adormecen al mar embravecido de constantes quejidos, unas veces aterciopelados y otras engendrados por la inconclusa creación de sueños arrebatados tras su silenciosa hibernación... y quizás al despertar todo seguirá igual y las bestias primitivas me recordaran lo inusual de poder volar sin tener alas, como ilusiones comprimidas que al explotar nos recuerdan cuan duro puede ser pisar de nuevo el suelo a ras de la realidad...

Quizás ni siquiera sea nostalgia.

Sino un sin fin de letras compartidas y amadas rellenando los tristes momentos e implicándome con tanta y tanta gente a la que quiero sin contemplaciones, que bien merece la pena no perderse en los oscuros suburbios que a veces construimos en nuestra ciudad de los sueños. Es necesario pararse, respirar profundamente, cotejar las posibilidades, los retos y los logros, resumir los innumerables intentos, asumir los constantes fracasos y reflexionar a partir del momento en el que uno decide abrirse en canal para sacar a relucir los entresijos escondidos tras la inocencia de no poder o saber encauzar las ganas de compartir... cierto es que a nadie le amarga un dulce y aunque no sé venderme lo suficientemente bien como para delegar en mí la venta y llegar a buen puerto, si es verdad que la magia hace que sienta escalofríos a mi alrededor, que los números, números son, que la complicidad llena el corazón, que los sueños también se hacen realidad y que la ventana mágica de la virtualidad abierta de par en par ante el teatro del mundo revoluciona el concepto de la cercanía, un, dos y tres, volvería de nuevo a empezar, una y otra vez...

Quizás, al fin y al cabo, no sean más que desvaríos...


 Juanma - 5 - Julio - 2012