miércoles, 23 de marzo de 2011

EL ALMA

Es mentira que el alma no duela.
   Duele casi tanto como un hueso roto, como un diente partido, como un corazón traicionado.
   Es mentira que sea una ficción pasajera, que no posea vida propia, que no tenga asiento corporal. Cada uno tenemos el alma en un sitio diferente. Yo tengo la mía justo aquí, en el hueco entre el cuello y el diafragma, justo en ese agujero que duele, en esa cavidad donde los vacíos están repletos de sentido y, a veces, cortan con un filo oxidado.
   No saco nada con preguntarme. Y sin duda obtengo mucho menos con responderme. Entender es una cosa y sentir otra muy distinta que ni siquiera se le parece. A veces creo que entiendo cosas porque juego a ser inteligente. Pero en el fondo siento como si no comprendiera nada. Y poco me importa que a eso le llamen de una forma u otra mientras yo no entienda de formas ni de nombres.
   A mí el alma me duele barbaridades. Y por eso me invento síntomas diagnosticables para racionales y caóticos para irracionales. Funciona perfecto. O casi perfecto. Si alguien me pregunta qué tengo, puedo responder "reflujo" en vez de "silencio forzado". Y así esa persona puede darme una pastilla para los jugos gástricos, y yo tomármela, como si otras aguas más profundas no se desbordaran más y llegaran más lejos.
   Y también, si me despierto llorando una noche, puedo decir que la pesadilla fue culpa del dolor de estómago. Aunque luego haya alguien que no comprenda porqué me agarro justo debajo de la garganta, en ese hueco vacío y extraño que hay entre el cuello y el diafragma.
   Puede que a ese alguien no le duela, puede que ese alguien jamás haya tenido alma...



 Juanma - 24 - Marzo - 2011